60
años después de la muerte de Stalin, seguimos con él
Hace 60 años murió el político que convirtió la Unión Soviética en una superpotencia que dividió el mundo entero en sus amigos o enemigos. Los gobernantes que le sucedieron, aunque algunos trataron de borrar a Stalin de la historia y otros sólo reconocer la "parte positiva" de su obra, no cambiaron la esencia del sistema de poder creado por él, que controlaba todas las esferas de la sociedad por un partido que ideológicamente se sustentaba en un marxismo-leninismo dogmático y políticamente representaba un sistema de poder totalitario, centralizado y jerárquico, lo que resultaba ajeno al sentido del marxismo. El sistema lo dirigía Stalin con su círculo estrecho de dirigentes (más estrecho que el Buró Político del partido), después de él, lo seguían haciendo otros círculos estrechos, sin poder tener un líder de la envergadura de Stalin. A fin de cuentas, se trataba de mantenerse en el poder y ejercerlo en un país que había sido el Imperio Ruso. De ahí que los actuales admiradores de Stalin en el espacio postsoviético lo elogian solamente como estadista y pretenden ignorar toda su retórica "marxista" y comunista.
En este contexto me pareció oportuno publicar una traducción del artículo del célebre filósofo ucraniano Popóvych sobre el fenómeno de Stalin, que lo explica con mucha plenitud.
O.R.
Stalin, con él y sin él
Myroslav
Popovych
El 5 de
marzo de 1953 murió el jefe de gobierno de la URSS y dirigente del Partido
Comunista José Stalin.
Stalin gobernó
el país durante más de treinta años, desde su muerte a la fecha han transcurrido
sesenta. Un período corto para la historia, teniendo en cuenta que, según se
dice, lo grande sólo se puede ver desde la distancia. Sin embargo, las actuaciones
de Stalin han tenido tanta influencia en el curso de la historia, que no solo podemos,
sino que debemos darnos cuenta de lo que sucedió durante aquellos largos
treinta años.
Los
partidarios del jefe siguen refiriéndose hasta ahora al hecho de que Stalin llevó
a cabo la modernización de una Rusia débil y atrasada, convirtiéndola en un
estado poderoso. Tanto los que todavía salen a manifestar con retratos del
Generalísimo, como los que solo en una conversación franca entre los suyos
reconocen que los sacrificios eran necesarios, están dispuestos a perdonarle su
crueldad y tiranía, la sangre derramada generosamente.
Lo más
sorprendente que en mi memoria se asocia a Stalin son los días de luto después
de su muerte. Sobre todo, las lágrimas sinceras de koljosianas mayores, mujeres
que pertenecían justamente a aquel estamento social que había sufrido tanto por
su despotismo, enterrado a tantos seres queridos, que había sido privado de los
derechos humanos más elementales, comenzando por el derecho a elegir libremente
su lugar de residencia. No puedo decir que en aquel entonces, en 1953, fuera
capaz de comprender críticamente la realidad, pero nosotros, la gente común, especialmente
aquellos que sobrevivieron a la ocupación, sabíamos bastante, conocíamos el valor tanto de los "nuestros"
como de los alemanes, habíamos sufrido nosotros mismos y sabíamos de sufrimientos
de las generaciones mayores. Durante mucho tiempo no pude entender por qué lloraban
las personas si nada de lo que proveniera del "jefe de todos los pueblos"
había sido bueno para ellas .
No fueron
lágrimas por la pérdida de alguien querido, lágrimas de simpatía, de la compasión
que naturalmente invade a cualquiera que presencie el último adiós. La gente
estaba presa de ansiedad, de miedo a lo desconocido que no tenía forma, tenía
miedo del futuro, ya que no sabía gobernar su propia vida. El régimen
estalinista tendía a desglosarlo y regularlo todo: el 1 de abril sin falta
había reducción de precios, sólo por centavos, pero todos los años; el 1 de
mayo,el Día de la Solidaridad Internacional de los Trabajadores, todo el país
estaba autorizado a emborracharse; luego la suscripción al préstamo del Estado,
que en el campo se realizaba en efectivo, convirtiéndose en saqueo sin piedad; luego,
sin divulgación, la reducción de tarifas para todo tipo de trabajos de fábrica y
así sucesivamente. La imagen de Stalin acompañaba todos los acontecimientos de
nuestra vida y sin él los procesos más simples de nuestra vida parecían
imposibles. Stalin hizo lo más terrible que se puede hacer a un hombre: lo privó
de la capacidad de construir su futuro de manera independiente.
La ideología
de la omnipotencia de Stalin contenía una contradicción profunda. Por un lado
era líder, se trataba de un culto sobremanera exuberante al Jefe, el general más
genial de todos, el edificador y pensador más grande de todos los tiempos y
pueblos. Por el otro, tal vez la mayor virtud de él era su modestia increíble.
Se manifestaba en el comportamiento, en la forma de vestir, el ascetismo
ostentoso. Y en su actitud respecto a Lenin.
Durante
la vida de Lenin llegó a utilizarse el término de "leninismo", que
fue visto como la etapa superior del marxismo. Parecería natural introducir el
concepto de "estalinismo", que correspondería a una etapa aún más alta.
Sin embargo, Stalin cortaba cualquier intento de conversar sobre este tema por
parte de su entorno más cercano. Parecía increíble. El culto a la personalidad
de Stalin obviamente recibía apoyo desde arriba y de alguna manera no resultaba
consistente con su modestia. Al mismo tiempo se daba un verdadero culto a la
personalidad de Lenin y Stalin, de vez en cuando recordaba que no era solo
"uno de los discípulos y seguidores del gran Lenin". Mientras tanto,
"Lenin y Stalin" se convirtieron en un par sagrado, la expresión del destino
histórico y, milagrosamente, perteneciente también a la vida cotidiana de la
raza humana. Lenin usaba barba, corbata y gorra de visera, Stalin - bigote,
chaqueta paramilitar y botas altas y esto era un símbolo de pertenencia de
dioses hombres y "clásicos del marxismo" vivos en nuestra vida
cotidiana.
Por
supuesto, detrás de las contradicciones de ideas y rituales estaban las
relaciones reales de personas reales. En la época de Lenin, cuando todavía no
existían ritos aprobados de adoración al poder, en uno de mensajes de saludo al
Congreso de turno del PC de Rusia (bolchevique) se expresaba la lealtad a los "cabecillas
de nuestro movimiento de liberación, el camarada Vladimir Ilich Lenin, el gran jefe
popular del Ejército Rojo, camarada Trotsky, y sus compañeros de lucha de nuestro
gran ejército formidable, los camaradas Zinóviev, Kámenev, a todos vosotros camaradas
juntos"! (XII Congreso del PC (b). Informe dactilográfico. - Moscú, 1923.
- P. 63.). Circulaba la fórmula " Marx, Engels, Lenin, Trotsky," o – con
más frecuencia - "Lenin y Trotsky". Stalin permanecía en alguna parte
entre los "camaradas juntos" y era un modesto involuntariamente.
Cabe
señalar que esta relativa impopularidad de Stalin no correspondía exactamente a
su peso real en la dirección de Lenin. Es cierto que él no era capaz, según
escribió Lenin en una de sus cartas, de concentrarse en una tarea sola y fue
utilizado principalmente donde era necesario poner el orden - como un comisario
controlador despiadado cuando surgían cuellos de botella en el frente y en la retaguardia,
como el Comisario del Pueblo de la "Inspección obrera y campesina", representante
del Comité Central del Partido en la Comisión Extraordinaria, etc. Pero junto
con esto, Stalin desde el 1917 seguía siendo miembro de la dirección estrecha del
Partido Bolchevique (Politburó), tenía participación directa en las decisiones
estratégicas, todas las situaciones críticas y conflictos encubiertos. Y esto
se debía al hecho de que en la dirección del Partido, Stalin no desempeñaba
ningún papel independiente, sino el papel de contrapeso de Trotsky.
Trotsky
gozaba en el entorno socialdemócrata internacional de una imagen ambigua,
muchos se sentían irritados por su egocentrismo, la pose, el narcisismo. Pero
el punto no estaba en las debilidades personales de Trotsky. Lenin nunca pudo
olvidar el pasado menchevique (OR: en términos leninistas esto significaba
haber sido socialdemócrata oportunista, no revolucionario, como los
bolcheviques) de Trotsky. "Está con nosotros, sin ser de nosotros",
se quejaba a Gorki. Es cierto que Trotsky no era "de nosotros" para
el núcleo del partido bolchevique unidos por el ethos de la misión histórica especial.
Stalin sí era "de los nuestros".
Stalin no
era bueno como orador, tampoco brillaba como escritor del partido. Eligió para
si una imagen diferente, de un hombre que no era de palabras, sino de hechos,
de un funcionario silencioso, tranquilo y confiable, comprometido con la causa hasta
el final. Tal imagen estaba más acorde con la máscara de "discípulo y
seguidor del gran Lenin".
Los
retratos de Stalin representaban a un hombre de notable estatura, apariencia un
tanto dura, a su manera atractivo. En realidad, Stalin no era alto, era
corpulento, su cara tenía cicatrices de viruela, un brazo era más corto que el
otro. Por último, sus ojos inteligentes, entornados con incredulidad, casi amarillos
y la barbilla marcadamente dividida hacían de su aspecto algo fuera de lo
ordinario. Trataba de dar la impresión de una persona equilibrada, incluso
flemática. En realidad, la paz se le daba con demasiado trabajo. El inteligente
y observador comunista yugoslavo Djilas vio en el comportamiento de Stalin
incluso nerviosismo oculto. Bajo la máscara de serena confianza transcurría una
vida emocional intensa. A Stalin le invadían explosiones de ira ardiente, a las
que sólo pocas veces daba rienda suelta. La ira y el miedo no desaparecían, el impulso
se veía alimentado no por nuevos suceso y emociones, sino bastaba un mero recuerdo,
especialmente cuando entraban en juego los intereses y ambiciones personales.
El exceso de suspicacia de Stalin demuestra un "atasco de la personalidad";
la tensa vida política con un alto grado de riesgo, con un alterne continuo de éxitos
y fracasos contribuyeron al desarrollo de rasgos paranoides, brutalidad y
sadismo.
Si esto
era un complejo de inferioridad, sus raíces psicológicas y sociales son
evidentes. La mayoría de los políticos revolucionarios en aquellos tiempos
provenían de las "clases cultas", aunque casi ninguno llegó a
terminar su carrera. Stalin pertenecía a los llamados “hijos de cocineras” en
sentido literal y figurado (su madre era cocinera en Gori en casa del sacerdote
local). El intelectual Lenin odiaba a su clase, al hijo de cocinera Stalin le
gustaba ser un intelectual.
A la intelectualidad
rusa le era propio el sentimiento de culpa frente al pueblo, de obligación social
incumplida. Stalin era ajeno a tal metafísica, en cambio, tenía un agudo
sentido de resentimiento por todo el mundo injusto y estaba lleno de codicia y
venganza. El tema de la venganza lo encontramos repetidamente en los artículos del
joven Soso Dzhugashvili, cuando su seudónimo de partido no era Stalin sino Koba.
En el estrecho círculo de la elite bolchevique se conocía la frase que pronunció
en una dacha de las afueras de Moscú, durante una cena con Kámenev y
Dzerzhinsky "La mejor delicia es identificar al enemigo, prepararse, vengarse
debidamente y luego ir a dormir" (L. Trotsky: Destierro, expulsión, erradas, muerte. -
"Znamya". - 1990. - № 8. - P.177.). La percepción casi erótica del
mundo de depredador epataba a los compañeros de lucha más cercanos, no obstante
uno tras otro cayeron en su trampa - y fueron eliminados.
Poco
antes de la Primera Guerra Mundial, Stalin estuvo en Viena y Lenin escribió a Gorki,
que allí estaba trabajando en un libro "un georgiano maravilloso". Diez
años más tarde, antes de morir, Lenin ya señalaba la brutalidad de Stalin, recomendando
al partido que lo sustituyeran en el cargo de secretario general; rompía con el
"georgiano maravilloso" las relaciones personales, pero en sentido político,
como a uno "de los nuestros", no le expresa ninguna reclamación. pero
esto no afectó la carrera de Stalin, admite que a veces es grosero en el trato
con los enemigos del partido, y finalmente obtuvo la victoria: los "enemigos
del partido" fueron destruidos uno a uno, primero políticamente y después
físicamente. Durante los más agudos conflictos de la elite bolchevique Stalin
seguía siendo "un hijo de puta, pero nuestro hijo de puta", como dijo
en otra ocasión, un presidente estadounidense.
En
realidad, difícilmente se puede hablar de una carrera: Stalin no avanzó por las
escaleras de la jerarquía de poder, permaneció siendo el secretario general del
Comité Central desde 1922 casi hasta su muerte, pero el poder del secretario
general iba escalando hasta el infinito.
En gran
medida la comprensión del fenómeno de Stalin se ve impedida por el mito de
"la línea general del Partido Comunista". Se nos inculcaba que, a
pesar del relevo de personalidades al timón del partido y los "errores"
cometidos por ellos, "la línea general del Partido Comunista" se mantenía
invariable. Hoy en día, para los anticomunistas radicales son iguales todas las
izquierdas, todos los virajes del PCUS, las distintas marcas del movimiento
comunista internacional. De hecho, no existía ninguna dirección o línea
asignada de antemano, que definiera los límites de los virajes. Los comunistas firmes
no oscilaban con respecto a la línea general, pues oscilaban junto con ella. Los
objetivos y predicciones se revelaban como ilusiones, los virajes se tomaban a
tientas, las tendencias y oportunidades se hicieron realidad sólo en parte, el
resto de ellas quedo abandonado , pasando a aquel modo condicional, que supuestamente no conoce la
historia.
Lo que
realmente tenían en común todos los gobernantes y todos los virajes era el
deseo de modernizar.
Los socialistas
rusos se imaginaron la irrupción a la modernidad europea originalmente como una
unión con Europa en la revolución proletaria. La Rusia atrasada, un país predominantemente
campesino, no se consideraba como una fuerza de avanzada del movimiento
proletario, sino como un "eslabón débil" del capitalismo mundial.
Tanto Lenin como Trotsky y "todos los compañeros juntos" estaban a la
espera de la revolución mundial, como de la Segunda Venida. Aun en el otoño de
1923, el Buró Político del Comité Central del PC de Rusia (b) tomaba la
decisión de iniciar una insurrección proletaria en Alemania, y sólo después de la
derrota de ésta quedó claro que el fin del capitalismo mundial temporalmente quedaba
relegado. Sin embargo, como legitimación para la Rusia roja quedaba la idea
mesiánica. La Declaración sobre la creación de la URSS (1924) dice que el nuevo
Estado "... servirá como baluarte fiable contra el capitalismo mundial y constituirá
un nuevo paso decisivo hacia la unificación de los trabajadores de todos los
países en una República Socialista Soviética del Mundo" (Constitución de
la URSS del año 1924). Esto se presentaba como la raison d’etre histórica del
Estado de la URSS.
Todo lo
cambia la llamada NEP (nueva política económica).
Hasta
ahora seguimos viendo la NEP solo como un episodio fugaz, mientras que en
realidad la envergadura de la NEP es comparable con la posterior
"perestroika" de Gorbachov y sus consecuencias podían ser no menos
grandiosas. El comienzo de una nueva era tenía objetivos limitados y consistía en
la sustitución del sistema de contingentación por un impuesto en especie. Sin
embargo, el reconocimiento de la producción de mercancías exigía una serie de
reformas, las principales de las cuales se llevaron a cabo entre noviembre de 1921
y abril de 1923 y culminaron en la reforma monetaria en el primer semestre de
1924. Lenin fue el iniciador de las reformas solo en la primera etapa y apenas
se imaginaba cómo iba a terminar el asunto. Las ideas básicas del denominado plan
cooperativo de Lenin pertenecía al teórico del partido, Bujarin, y el
organizador del trabajo práctico fue Stalin.
La paradoja
de la situación se hace evidente si se presta atención a los componentes
políticos de la NEP. ia Lenin tenía la intención de compensar las concesiones a
la clase media con el aumento de la represión contra los opositores al "poder
soviético" y contra la intelectualidad en general. Él mismo buscaba
formulaciones poco precisas para los artículos políticos del Código Penal para
que permitieran, "según fuera necesario", aplicar la pena de
fusilamiento lo más ampliamente posible. Se hicieron procesos judiciales contra
socialistas revolucionarios, se desterró al extranjero en un "barco
filosófico" al primer grupo de intelectuales y se iniciaron los
preparativos para la gran operación de la Checa bajo nombre en código
"Operación" en contra de la intelectualidad. El Occidente insistía
pidiendo que se perdonara a los socialistas detenidos; Bujarin, para gran disgusto de Lenin, prometió que no serían
fusilados. Finalmente, fueron condenados al fusilamiento, pero se los dejó vivos
como rehenes. Después de la enfermedad y la muerte de Lenin los presos
políticos fueron amnistiados y la operación "Operación" fue
desmantelada en silencio. Una resolución del Comité Central del Partido en 1925
sobre organizaciones literarias, cuyo inspirador fue Bujarin, concedió ciertas
libertades a la gente de la cultura. El cuadro de la "perestroika" de
Bujarin-Stalin se complementa con la política de promoción de dirigentes "originarios"
en los partidos comunistas de las repúblicas nacionales y, en particular, la "ucranización",
que dio lugar a un genuino renacimiento nacional, aunque muy pocos años más
tarde se convirtió en " Renacimiento fusilado".
Con absoluta
confianza se puede hablar de una liberalización total del régimen comunista después
de la enfermedad y la muerte de Lenin. Los líderes de aquella
"perestroika" eran Bujarin y Stalin. La “perestroika” de Bujarin-Stalin,
de acuerdo con las nociones de entonces, se podría llamar una "desviación social-demócrata
" (al igual que el camino, por cierto, de la “perestroika” de Gorbachov-Yákovlev
decenios más tarde representaba una tendencia igual hacia el socialdemocratismo).
Los opositores izquierdistas de la reforma, liderados por Trotsky, agruparon a
una serie de viejos camaradas de Lenin (incluyendo a su viuda).
Ya a
finales de 1927 la "perestroika" se ahogó, cuando solo había dado los
primeros frutos. El brusco viraje hacia una dictadura total fue organizado por Stalin,
quien redirigió el fuego contra Bujarin, su amigo hasta hace poco. La autoridad
estaba demostrando abiertamente que la URSS no era un estado de derecho.
Alexander
Solzhenitsyn en "Archipiélago Gulag" recogió citas sumamente
expresivas y aterradoras de publicaciones de líderes comunistas de
departamentos encargados de ley y orden pública, durante el período del "comunismo
de guerra" sobre el tema de la pena de muerte. Basta con citar a Nikolai
Krylenko: personas, según la idea de esta personalidad del sistema judicial, son
sólo "ciertos portadores de ciertas ideas ... Sean cuales sean sus
cualidades individuales, a ella (persona. - MP) sólo puede aplicase un método: esto
es, una evaluación desde el punto de vista de la conveniencia clasista" (Krylenko
N. Los cinco años (1918 a 1922). Moscú- Petrogrado, 1923. – P. 73). O bien el
dicho del jefe del tribunal militar Danishevskiy: el fusilamiento "no
puede ser considerado castigo, es sólo la destrucción física del enemigo de la
clase obrera" (Los tribunales de guerra revolucionarios. – Moscú, 1920. – P.
39). Desde estas posiciones se rechazaba fundamentalmente la idea de crimen y castigo,
en general, la idea del derecho, de la clasificación de los delitos y las penas
correspondientes, la idea de la elección y la responsabilidad. El fusilamiento
se llamaba oficialmente la "medida más alta de protección social", y sólo durante la época de Yezhov y Vyshinski
fue rebautizado como la "pena capital".
….
No es
de extrañar que a Stalin le gustara el poema de Gorki "la Joven y la
Muerte." La visión del escritor revolucionario de la vida y la muerte como
gemelas, "hermanas de una familia", poetiza la muerte como una asistente
a la vida, que elimina "el exceso de lo mezquino, la abundancia de lo
endeble" (Archivo de M. Gorki. – V. XIV.- P. 292-293). Esta visión coincide
milagrosamente con las ideas de Stalin sobre la dialéctica de la vida y la
muerte. ¿En qué consiste la misión histórica del proletariado?, pregunta el joven
Stalin-Koba. En que el proletariado crece y la burguesía "se envejece y va
a la tumba", "se convierte en una carga redundante en la vida" (Stalin.Obras.
– T. 1. – P. 298-299). Sin embargo, hay una diferencia importante: para Gorki se
mantiene el eterno problema del bien y
del mal, Stalin ni siquiera lo menciona, ya que todo se reduce a la conveniencia
de eliminar aquello, que en opinión del partido, "ha decaído". Lo que
más tarde llegó a ser humor sombrío: "Si no hay persona, no hay
problema".
Lo más
horrible del "gran giro" que se produjo en el primer plan quinquenal fue
la planificación a sangre fría de millones
de muertes. Stalin comenzó la modernización del país, con asesinatos en masa y
deportaciones. La esencia del "giro" no fue la creación de reservas
de cereales, sino la rotura de la columna vertebral de la clase media. Stalin proclamó
una política de "liquidación de los kulaks como clase", sin
especificar quién era kulak y quién no lo era. En las directrices se explicaba que
el kulak se enmascara bien y se deja identificar sólo en situaciones
específicas. Los campesinos fueron divididos en tres categorías. La primera eran
los más peligrosos, los que había que fusilar o recoger en campamentos remotos;
la segunda, las familias de los fusilados, que eran deportadas. Y la tercera
categoría, de los leales, pero potencialmente peligrosos, que eran trasladados a
lugares remotos y utilizados bajo el control de los "órganos” (del
Interior) en trabajos forzados. Para controlar cada movimiento del ciudadano,
en 1932 se introdujo un sistema de pasaportes que amarraba a la gente al lugar
de residencia.
No
sabemos cuántos campesinos fueron aniquilados exactamente "en la primera
categoría". Se estima que alrededor de diez
millones de hombres y mujeres, ancianos y niños fueron expulsados de sus
casas sin pertenencias y reserva de alimentos, fueron conducidos en pleno
invierno con el frío, en primavera y otoño con la lluvia, hundidos hasta las
rodillas en el barro, tirándolos de los carros en cualquier lugar en pleno campo
junto con muertos y moribundos.
En
cuanto al pueblo ucraniano, este exterminio de población en masa fue un
genocidio. Debe tenerse en cuenta que Stalin siempre tenía una política
nacional respecto de cualquier nación. Existía una política polaca, rusa, hebrea,
había política ucraniana. La hambruna en Ucrania era parte de la misma
"política ucraniana" del Partido Bolchevique, que la subida y caída de la "ucranización" y las
represalias contra la intelectualidad ucraniana.
Los
secretos del "gran giro " se abren con el "gran terror". Un
dato nos permite entender su carácter: en el XVII Congreso del PCUS (b) (1934)
participaron 1966 delegados, de los cuales 1108 fueron fusilados en los años del
terror. Eran los activistas del partido de la época de colectivización,
aquellos que expulsaban a familias campesinas de sus hogares, quitaban a niños su
último pedazo de pan. Uno podría pensar que Stalin planeó el exterminio de sus
secuaces ya en aquel entonces, cuando los mandó "construir el
socialismo" para luego cargarles la culpa de todos los llamados excesos.
Stalin tenía
disposición paranoica y veía traición a cada paso. Pero como déspota, se
caracterizaba no sólo por su crueldad. Stalin por adelantado "descubría"
tramas aun no existentes, e incluso se podría decir que él mismo las planeaba.
Era suficiente que se enterara de que en algunos círculos se conversaba de cierta manera, y los "parlanchines"
ya estaban sujetos al exterminio o colocación en campamentos como posibles
"traidores". ¡Y lo más terrible era que tanto los "juzgados"
como la mayoría de los acusados percibían como delito las palabras de duda
expresadas por un familiar o escritas en un diario!
En la
orgía de terror de Stalin se inicia la redacción de una nueva Constitución del
país, la glorificación de hazañas laborales sin precedentes de personas especialmente
seleccionadas, la impulsión de una atmósfera histérica de felicidad sin
precedentes. La retórica del poder cambia radicalmente: parecía casi como si se
viviera en un Estado de Derecho. Los ideólogos de la "muerte útil" caen
ellos mismos víctimas de fusilamientos y son descubiertos por el principal conocedor
del derecho, el hipócrita y cruel Vyshinsky, que facilita la forma legal a las represiones
judiciales y extrajudiciales. El ser del hombre soviético aparentemente se
divide en dos capas inconexas: una de gala, con un agudo sentido de la victoria
y de gran patetismo, la otra, de la vida diaria, llena de miedo y ansiedad
incierta. El propósito del terror estalinista no es la eliminación de la
sociedad de personas indeseables, sino la creación de una cierta atmósfera. El terror
es irracional y las acusaciones absurdas deben "infundir" en cada
uno, que puede ser triturado en polvo (polvo
de campamento) en cualquier momento sin ningún motivo razonable.
Los
nazis realizaron experimentos en los campos con el fin de evaluar el impacto que
tenía sobre los prisioneros la falta de fundamento tanto para el castigo como
para la indulgencia. Se hizo evidente que un ser humano es incapaz de
sobrevivir físicamente durante mucho tiempo la total inadecuación de los actos
y las consecuencias.
¿En aras
de que objetivo se realizó esta "cirugía shock?" Ahora se sometería a
revisión la legitimación del poder como tal. Ya no se trataba de la revolución,
sino del Estado. La estadidad se convirtió en un objetivo en sí mismo y una auto-justificación
de la URSS. Y, en efecto, la idea de la revolución proletaria mundial se hizo obsoleta.
En la prensa central se publicó un artículo sobre el "patriotismo
soviético" (recordemos que Lenin utilizaba la palabra "patriota"
en el sentido peyorativo solamente). Pero ya no se trataba de "utilidad"
para alguna causa, sino de devoción irracional. Y las palabras
"Rusia", "Patria", "patriota" ya se oían
diferentes. La palabra "Patria", que recientemente simbolizaba el "chovinismo
de gran potencia", ahora se escribía con mayúscula.
Pues, sin
el concepto de "Patria" no habría existido el concepto de
"traición".
Ya a
mediados de los treinta se inició una campaña de restauración de la tradición
del Estado ruso - desde Alexander Nevsky, Iván el Terrible, Pedro, el Grande. Se
restauró la continuidad histórica con el imperio. Ahora, según parecía, era
posible tachar completamente las utopías ingenuas y volver al cauce de la gran
tradición de gran potencia.
Sin
embargo, seguía existiendo el sistema de obligaciones y promesas internacionales,
el sistema de aliados y correligionarios, que necesitaba ser adaptado a una nueva
Rusia. Se trataba no sólo de la Comintern, sino también de círculos de
izquierda bastante amplios, incluidos los intelectuales influyentes que depositaban
en los revolucionarios rusos grandes esperanzas.
Los años
treinta eran los años de la Gran Depresión y el fortalecimiento del fascismo en
países de Europa. Durante el "gran giro" Stalin vio al verdadero
enemigo no en los nazis, sino en los socialdemócratas, en los estados
democráticos herederos de la Entente, en los intelectuales liberales tanto en
el país como en el extranjero. La llegada de Hitler al poder planteó un nuevo
problema: ¿Había que e reorientarse a la antigua Entente o mantener la alianza
con sus enemigos, especialmente Alemania? La dirección de la Comintern se
dividió en sus evaluaciones, en su posición se ejercía una fuerte presión por
parte de Partidos Comunistas locales, que se veían amenazados realmente por una
llegada al poder de fuerzas de derecha radical. En España y Francia, los
comunistas iniciaron el movimiento del Frente Popular para proteger la
democracia "burguesa", que no contó al principio con un apoyo de Moscú.
Stalin
vacilaba, pero finalmente respaldó a los partidarios de la táctica del Frente
Popular. Sin embargo, trató de mantener las puertas abiertas también para los fascistas.
Al mantener buenas relaciones con Mussolini, Stalin parecía demostrar la
posibilidad de cooperación con la extrema derecha. Sin embargo, globalmente la
posición de Stalin después de 1935 tenía como objetivo una alianza antifascista
con la "democracia burguesa". A su vez, los líderes democráticos de
Occidente veían a Stalin como un "hijo de puta, pero nuestro hijo de puta".
El cambio
dramático ocurrió en agosto de 1939, cuando Stalin entró en acuerdo con Hitler.
Probablemente, la parte más vergonzosa del acuerdo ni siquiera era la militar y
económica sino la ideológica, donde Stalin abiertamente daba la preferencia a
los nazis frente a la democracia. Sin embargo, el matrimonio de conveniencia no
duró mucho tiempo y después de un año y medio "de miel" fue
brutalmente roto por el lado alemán. La URSS se convirtió en la fuerza militar principal
de la alianza anti-fascista de los estados de la "coalición contra
Hitler".
En los
años veinte tanto la comunidad mundial liberal-democrática como la socialista
esperaban un golpe de estado termidoriano en Rusia. El termidor tuvo lugar de
verdad, pero no fue como se lo esperaba.
Lo que
hizo Stalin puede describirse con la palabra “corrupción”. Pero en un sentido más amplio: no sólo como soborno en
términos materiales, más que nada con dinero. También existe un soborno
mediante el poder. A veces el poder trae infinitamente más riqueza que el
dinero, y no son raras las veces cuando personas en aras del poder prescinden
de lo más necesario.
Más aún.
También se puede hablar de una “corrupción
de las ideas”, si las ideas sirven
para enriquecerse o llegar al poder. Las ideas también pueden envejecer,
podrirse y convertirse en una fórmula muerta, al igual que otras riquezas. Es
lo que se llama dogmatismo. Si un cierto círculo acepta las ideas no por ser verdaderas,
sino porque aceptarlas resulta ventajoso para este círculo, entonces las ideas
se transforman en un instrumento del poder. El monopolio de la verdad es el
camino hacia su muerte.
Entre aquel
señor ya no tan joven, calvo, en un traje gastado y cuidadosamente zurcido, como
se veía el líder los bolcheviques en la época revolucionaria, y el Generalísimo
en uniforme creado (¡muy modesto!) especialmente para él con charreteras doradas
hay una diferencia colosal. Pero la fuerza muerta de la corrupción ideológica afectó
incluso a Lenin. El monopolio del marxismo, tal y como lo entendía Lenin, cerraba
toda posibilidad de encontrar soluciones alternativas. Pues el monopolio de la
verdad es el camino hacia un sistema de partido único. El giro decisivo hacia
una sociedad totalitaria se produjo ya a iniciativa de Lenin, fue la resolución
aprobada por el X Congreso del Partido en 1920, sobre la desviación
anarco-sindicalista. El partido bolchevique, pero en realidad sus dirigentes,
que tenían el poder, concedía a la minoría una valoración política, y en ese
caso a la oposición le quedaba solo una opción: “reconocer los errores ",
es decir, el suicidio político. O un arrepentimiento hipócrita, continuando sus
actividades en secreto. El monopolio de un partido creaba una situación de
estándares dobles, de falta de sinceridad y engaño.
En la
época de Lenin existía una dictadura del partido, que, sin embargo, no había
llegado a ser un régimen de poder personal. Lenin se percató de la concentración
excesiva del poder en manos de su secretario cuando ya era demasiado tarde.
Porque el invento diabólico - el sistema de partido único – creaba un mecanismo
perfecto de falta de control del poder.
Las miserables
migas de bienestar durante la NEP que llegaban a las manos de la nomenclatura
de los años veinte no tienen ninguna comparación con el lujo que Stalin concedía
a los altos rangos de su régimen. Pero esto no podía contener el deseo ávido de
poder, que era la única manera de mantenerse en la cima. Y de vez en cuando
Stalin recurría a represiones, que con su irracionalidad restauraban la atmósfera
de terror. De acuerdo con los mecanismos descritos en los "Poseídos"
por Dostoievski.
Pero,
¿qué hay de la modernización que supuestamente era el objetivo en aras del cual
se hacían todos los sacrificios?
No se
puede discutir: la modernización sí se llevó a cabo. Pero basta con recordar los
primeros dos años de la guerra para comprender sus limitaciones. La dirección estalinista
“perdió” el primer período de la
guerra, que fue una pesadilla de guerra. La URSS se quedó sin una enorme cantidad
de recursos humanos, vehículos, equipo militar, un territorio poblado por 88
millones de personas, donde se producía un tercio de la producción industrial y
casi la mitad de la superficie cultivada. Durante los planes quinquenales se
logró superar la brecha entre Rusia y Alemania, pero a raíz de las derrotas se
hizo mucho más grande y en este sentido hizo retroceder la Rusia comunista al
nivel de la Rusia zarista. Para vencer fue necesaria una movilización tremenda
de todas las fuerzas con sacrificios
increíbles.
Todas
las ventajas materiales obtenidas con el sudor y la sangre durante los años del
despotismo estalinista se perdieron en un año debido a las deficiencias
inherentes al totalitarismo. La variante de modernización de la economía y la
vida social, cuyos cimientos fueron echados por los bolcheviques-leninistas, y
que fue implementado por la dirección totalitaria estalinista se evidenció tanto
inmoral como ineficaz.
Una modernización
no es una mera acumulación de edificios, ferrocarriles, máquinas herramientas,
aviones, etc. Es aquella fuerza viva que convierte todos los recursos
materiales y espirituales en una unidad integral. Por tanto la modernización
será tal como es la cultura política de las fuerzas del poder que la llevan a
cabo.
En su
época, el prominente historiador ruso
Vasily Klyuchevsky señaló que Pedro el Grande y todos los zares modernizadores de
Rusia trataban de tomar del Occidente los logros materiales y técnicos, ignorando
por completo la experiencia ideológica, política y espiritual. Entre otras
cosas, Klyuchevskii fue tutor en la historia de la familia del zar, pero sus
discípulos aprendían mal sus lecciones de la historia.
Ahora nos
toca a nosotros aprender las lecciones de la historia. La necesidad de modernización
de la economía y la cultura nos formula hoy en día un desafío evidente. A ciertos
círculos políticos les parece aceptable un modelo de sociedad en el que el
reformismo económico se combine con una dura
dirección autoritaria. Se puede estar seguro de que el resultado de tal reformismo
sería inmoral, tanto económica como políticamente ineficaz.
Porque el
monopolio del pensamiento (y con ello el monopolio del poder y el modelo de
partido único) es la garantía de que todas las ideas nazcan muertas.
***
La
renuncia paulatina a la herencia de Stalin por parte del régimen comunista
comenzó el día de su muerte, apenas tres años más tarde tronó en una sesión a
puerta cerrada del XX Congreso del Partido del Congreso el informe de Jruschov sobre
el "culto a la personalidad de Stalin", que, a pesar de todas las
fluctuaciones posteriores, significó una ruptura radical con el pasado. Aunque
no se escucharon palabras críticas, ni siquiera la más tímidas, con respecto a Lenin,
hasta la caída del poder del Partido Comunista. Por el contrario, en cuanto más
se sometían a duda las creencias comunistas, tanto más fuertes sonaba el juramento
de lealtad a la doctrina leninista. La crítica de Lenin siguió siendo principalmente
un asunto de anti-comunistas profesionales, pero dentro del campamento de la
izquierda, desde dentro casi no se escuchó nunca. Y esto resulta sorprendente,
ya que el fenómeno de Stalin no creció en un lugar vacío, pues Lenin mismo enseñó
a su partido, que la dictadura es un poder no limitado por nada, es decir, un
poder al que todo está permitido. Y era en el tenebroso artículo 58 del Código
Penal, formulado según indicaciones de Lenin, donde se basaban las condenas
impuestas por régimen estalinista. No es casual que las cartas que Lenin
escribió al comisario del pueblo de Justicia, donde se discutían los artículos
con pena de fusilamiento, se publicaran en el tristemente célebre 1937.
Hasta
cierto punto, la intangibilidad de la personalidad de Lenin se explicaba por el
hecho de que en términos personales el giro estalinista era una traición a
todos los compañeros de partido de Lenin. Pues casi la totalidad de sus
colaboradores más cercanos fueron eliminados, a excepción de los
"afortunados", que lograron morir antes en su propio lecho, más unos
cuantos viejos bolcheviques inofensivos, , es decir fusilados con un tiro profesional
en la nuca en los sótanos especiales de los órganos de seguridad estalinistas.
Las
críticas al "culto a la personalidad" no eran generadas por consideraciones
de ideas, sino por el sencillo miedo de los herederos a la liquidación
inevitable. Estaba claro que el régimen post-Stalinista se estabilizaría sólo cuando
los más fuertes de los "discípulos y seguidores" desgarraran a
aquellos más débiles, y sólo unos pocos tenían la posibilidad de salir vivos de
ese período. De hecho, los intentos de Jruschov de “retornar a las normas y los
principios leninistas de la vida del partido" significaban sólo la liberación
del mayor poder superior de la supervisión por parte de la Seguridad del
Estado, y toda la eliminación de la llamada banda de Beria fue en realidad la
eliminación de la policía política de la dirección del Estado. Jrushchov quería
el mismo sistema de poder estalinista, pero sin el poder total del KGB.
La
paradoja de la historia radicaba en el hecho de que un régimen así no puede
existir sin el apoyo de las medidas represivas, sin sangrías recurrentes.
Jruschov perdió el poder porque quería gobernar sólo a través del partido, lo que
le parecía ser la gestión de acuerdo con los principios leninistas. El régimen de
Brézhnev encontró una forma de coexistencia de diversas fuerzas de poder, bajo
la que, pagando el precio de reconocimiento de la intangibilidad del secretario
general, los príncipes del partido locales gozaban de un poder ilimitado. Este régimen
resultó ser óptimo para el sistema de partido único, y sólo tenía un
inconveniente – podía existir bajo la única condición de inmovilidad absoluta.
Movimientos descuidados, inevitables en condiciones de lucha por el poder,
fácilmente podían destruir la pirámide.
Y así
sucedió.
La
liberación del sistema político en el área de la antigua Unión Soviética de las
estructuras heredadas del pasado comunista temprano y tardío, nos muestra cuánto
depende la calidad de las instituciones sociales de toda la cultura política íntegra
de la sociedad. El régimen de la dictadura leninista del Partido Comunista, que
contenía gérmenes de todos los conflictos futuros, tenía una característica que
lo distinguía ventajosamente de sus sucesores. Era la encarnación de una utopía
social, es decir, se basaba en ideas, aunque erróneas, pero antiguas, sinceras
y profundas. El Estado tenía que ser tan sencillo que una cocinera fuera capaz
de gobernar. El ejército y las fuerzas de seguridad debían ser sustituidos por
un armamento general del pueblo. El dinero debía extinguirse, y los mercaderes debían
ser expulsados de los templos, bueno, y así sucesivamente, casi todo son de
citas de Lenin y los "clásicos". A grandes cuentas, se trata de utopías,
pero se basaban en una rica tradición literaria, en Adam Smith y Thomas Mori,
en Maquiavelo, Robert Owen y el cristianismo primitivo, en Kant y el kantismo, en
Hegel y el hegelianismo. Mientras que toda la sabiduría de la herencia de
Stalin está en papeles burocráticos, claros hasta lo primitivo, en todo tipo de
documentos. Stalin sabía escribir (o más bien dictar, considerando en voz alta cada
palabra, a menudo hasta el amanecer) y esto le gustaba. Reflexionando con
precisión cada uno de sus pasos y los de sus enemigos, movimientos en los
oscuros pasillos del poder, que debían llevar al adversario a un punto muerto
sin salida.
El sistema
ideológico de Stalin era vacío, conocía un solo propósito y valor, el poder. Ni
hablar del legado de sus sucesores.
El
colapso del estalinismo en sí mismo ya fue un logro de enorme valor, porque abrió
un camino hacia una sociedad de libertad, justicia y solidaridad. Pero siempre tendremos
delante de nosotros la elección entre diferentes alternativas. Y lo que tenemos
hoy en día, son sólo posibilidades de
obtener y defender valores.
Cuanto
más simple sea la solución, tanto mayor es el precio que la gente paga por ella.
Recordemos
que es mucho más fácil perder la libertad que adqurirla.
Myroslav
POPOVYCH
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